Félix, el chamán – Pablo Llaneza

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Decía Antonio Machado aquello de: “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla/y un huerto claro donde madura el limonero”. Mi infancia, en cambio, son recuerdos de mi abuelo Pepe Luis enseñándome a amar la naturaleza entre librillos de Gloria Fuertes y la colección “Fauna” de Félix Rodríguez de la Fuente.

En este artículo quiero aprovechar la oportunidad de reivindicar la figura del maestro Félix; el amigo del Hombre y la Tierra, el amigo del lobo y los niños. Pues pese a que hace ya 41 años desde que aquella avioneta acabó con su vida y con la de parte de su equipo: sus palabras, su voz, su alma siguen teniendo la misma fuerza que entonces.

Félix, el chamán, el guía espiritual de aquella España de la Transición, fue un adelantado a su época. Un hombre de principios morales y de virtudes en el más puro sentido socrático de la virtud. Fue su trabajo que impulsó el arte de la cetrería adaptándolo a los nuevos tiempos de la aviación y del control de aves en aeropuertos, quién salvó a animales como el lobo, el buitre leonado o el águila real, quién fue capaz de cambiar la Ley de Alimañas del año 52 impulsada por el dictador y convertir las por entonces alimañas en meros depredadores; e incluso quién supo adelantarse a los Protocolos de Kyoto.

Su influencia en la legislación, sin necesidad siquiera de ser miembro del Poder legislativo, y pese a que muchos partidos intentaron captarle, hacen que Félix Rodríguez de la Fuente sea para mí el mayor referente político; siempre y cuando la política se entienda como el servicio a tu país y no la mera lucha por el poder.

Y aquella defensa por la naturaleza se hizo sin condenar a nadie, sin “más aversión natural” que al “pecado contra la inteligencia”, como bien diría Chaves Nogales años antes. Félix defendía nuestro “Planeta Azul” sin imponer su pensamiento al resto, como un maestro que a través de su mensaje es capaz de ir guiando a su alumno, sin más verdad absoluta que la importancia del respeto al propio ser humano, a la naturaleza y a la libertad.

Félix no sólo defendía la fauna y la flora de nuestro patrimonio natural; pues siempre defendió la importancia del mundo rural y de sus gentes en perfecta armonía con el medio.

Y es en esta España de buenos y malos, de “antis”, de monsergas morales, en esta reencarnada  España a garrotazos donde es imprescindible mantener viva la esencia de aquel mensaje: el mensaje de amor a tu país, a tus gentes y, por supuesto, a la propia naturaleza. Y, en definitiva, el amor a todo lo que es importante para una sociedad: el amor a la libertad y al progreso.

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